Entrevista a Celia Rosemberg, especialista en alfabetización en el Nivel Inicial
¿Por qué es importante iniciar el proceso de alfabetización a edades tempranas?
Porque lo que llamamos alfabetización no empieza cuando un niño aprende a escribir su nombre, sino mucho antes, cuando empieza a ampliar su vocabulario, a relatar lo que le pasa, a conversar. Un niño que desde muy temprano escucha cuentos, habla con adultos, participa de juegos simbólicos, está desarrollando habilidades fundamentales para la lectura y la escritura. Las trayectorias de alfabetización se construyen desde los primeros años y son decisivas para el futuro escolar y ciudadano de los chicos.
¿Cuál es el rol del Nivel Inicial en la alfabetización?
Es central. El jardín de infantes es un espacio privilegiado para ampliar las oportunidades de aprender a través del lenguaje. Allí se enseña conversando: la maestra o maestro tiene una intención pedagógica clara, pero parte siempre de lo que los chicos traen, repregunta, reconecta, amplía. En ese ir y venir se construyen aprendizajes muy profundos. Además, es en el jardín donde los chicos pueden empezar a comprender cómo funciona la escritura, no solo desde lo técnico, sino desde su sentido: para qué se escribe, quién escribe, cómo se comunican ideas a través de las palabras.
¿Qué intervenciones docentes contribuyen a la alfabetización en el Nivel Inicial?
Primero, la conversación atenta y significativa: no cualquier charla, sino una donde el adulto escuche de verdad, pregunte, nombre cosas con precisión. También es clave la lectura dialogada de cuentos, el juego simbólico compartido, la creación de mundos imaginarios con palabras. Cuando un grupo de chicos juega a “la casa” o “el hospital”, negocian roles, escenarios, conflictos… y para eso necesitan producir discursos cada vez más elaborados. Esa capacidad narrativa es un puente directo hacia la producción escrita.
¿Cómo las aborda el Nivel Inicial las desigualdades entre los estudiantes?
En contextos vulnerables, muchas veces los chicos llegan con menos experiencias de alfabetización en casa. Por eso, el jardín no solo complementa; conversar, escuchar y jugar con palabras es una forma de igualar oportunidades. Tampoco se trata solo de enseñar letras: se trata de ofrecer a todos los niños y niñas esas instancias para conversar, contar, escuchar, nombrar, preguntar. El lenguaje se aprende en la interacción social. Y esa interacción no puede dejarse al azar: hay que generarla, multiplicarla, sostenerla. El lenguaje es una fiesta, una fiesta de la que somos parte y a la que queremos que más personas se sumen. Y para que todos puedan participar, tenemos que invitarlos desde temprano.